por Andrés Olascoaga | @AndresOlasToro
Era 1961. Habían pasado diecinueve años desde que el poeta, escritor y curiosamente crítico de cine Efraín Huerta había creado la asociación Periodistas Cinematográficos de México A.C. (PECIME) y parecía que tal organización no avanzaba hacia ningún lugar en específico. Sin embargo, en esa primavera del sesenta y uno, el PECIME recibiría de manos del periodista Benjamín Ortega (papá de Guillermo Ortega) el único símbolo que en el tercer lustro del siglo XXI la asociación conservaría y explotaría: la Diosa de Plata.
Desde su primera entrega en la ahora desaparecida revista México Cinema, la Diosa de Plata se había autodefinido como "el más alto honor al que se podía aspirar en la cinematografía nacional". ¿La razón?, cuatro años antes había desaparecido (momentáneamente) la Academia Mexicana de Ciencias y Artes Cinematográficas (AMACC) que entregaba el Ariel. Con un discurso a favor de estimular al "inagotable talento que cada vez se multiplica en el país", las Diosas de Plata rápidamente se convirtieron en un premio inútil.
Así como los Arieles (que premia a lo "mejor" del cine), los Oye (que premia a lo "mejor" de la música), los APT / ACPT (que premian a lo "mejor" del teatro) y los TVyNovelas (que premia a lo que Televisa quiere premiar en su propia empresa), las Diosas de Plata no tienen una importancia verdadera en México. No generan competencia, no mejoran los ingresos de las películas nominadas (de hecho al momento del anuncio de las nominaciones todas las cintas en competencia ya habían salido de cartelera) y muchas veces no reconocen a quienes deberían de reconocer, siendo influenciados en la mayoría de las ocasiones por el poco impacto que tiene otorgarle una presea a un nombre importante.
Al igual que en los Globos de Oro (vaya lamentable comparación para los premios de la HFPA), las Diosas de Plata se han reducido a un premio segundón entregado por personas que tienen años que no escriben sobre cine. Así, la asociación de Periodistas Cinematográficos de México está presidida por un ex-reportero del periódico La Prensa, cuya última colaboración fue en junio de 1996 y que además tiene entre sus agremiados a colaboradores de periódicos desaparecidos (El Nacional, El Heraldo de México) y reporteros de televisión jubilados. Al parecer a la asociación no le molesta premiar a la nueva sangre en el cine nacional, pero si recibirla en sus filas.
Con diecinueve categorías, este año las innecesarias Diosas de Plata parece que acudieron a las agencias de relaciones públicas para consultar a sus nominados en lugar de a las salas de cine. Kate del Castillo, Adriana Louvier, Dulce María, Mar Contreras, Sandra Echeverría, Ludwika Paleta, Victor García, Andrés Bustamente, Rodrigo Virago, Erika de la Rosa, Mariana Seoane, Ana Brenda Contreras y Eiza González forman parte de la risible selección de nominados en los rubros de actuación, mientras que películas mediocres como Más Negro que la Noche, Cambio de Ruta, Cantinflas, La Hija de Moctezuma, Casi Treinta, ¿Qué le dijiste a Dios?, Canon, El Crimen del Cácaro Gumaro y Fachon Models fueron reconocidas en al menos una categoría.
Las Diosas de Plata se enfrentan este año a una de las tareas más difíciles que se les han presentado: justificar su existencia. Ya veremos en un par de meses si el Güiri Güiri se lleva su Diosa de Plata por aquel desastre donde interpretaba a un regente en la imaginaria Ciudad Güepez o si deciden sorprender y premiar a filmes como Obediencia Perfecta (Que encabeza las nominaciones con once menciones), Guten Tag Ramón o Güeros (que solo compite en Ópera Prima, premio que el año pasado ganó Eugenio Derbez por No se Aceptan Devoluciones). La moneda está en el aire.
Aquí se pueden consultar los nominados a las Diosas de Plata.
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